Nunca antes habíamos dependido tanto de la tecnología, tanto en nuestro trabajo como en nuestra vida personal. Con el aumento de esta dependencia, se incrementan también los riesgos cibernéticos.
Las propiedades vacías o poco ocupadas presentan desafíos singulares, al carecer de la actividad diaria que mitiga de forma natural los peligros habituales.
Las obras que permanecen inactivas se enfrentan a un mayor número de riesgos y pueden enfrentarse al desafío que supone la paralización repentina como respuesta al COVID 19.
Muchos incendios graves han tenido lugar durante el mantenimiento, reparación y construcción de edificios y maquinaría. Existe un incremento del riesgo durante ocupaciones reducidas o cierres imprevistos.
Las propiedades desocupadas, con escasa ocupación u ocupación irregular, presentan problemas singulares, en particular en lo que respecta a los sistemas de protección contra incendios y de seguridad.
Los clientes y corredores pueden seguir gestionando reclamaciones de la manera habitual.
Las operaciones de parada y reinicio de la actividad presentan riesgos, incluso cuando están bien planificadas y gestionadas.
Los cambios en el uso, en el proceso o en el almacenamiento podrían repercutir negativamente en el perfil de riesgo de la propiedad.